martes, 17 de abril de 2018

LA ISLA DE LOS LIBROS ANDANTES


                Londres, siglo XVIII

Cuando el capitán Lemuel Gulliver vuelve de sus largos viajes, le habla a su hijo de tierras remotas gobernadas por caballos parlanchines, de unas tierras habitadas por gigantes o de otras habitadas por enanos, de hombres que nunca envejecen ni mueren, de vacas gigantescas que pueden alimentar ejércitos, de sedas de araña más fuertes que las sogas de los barcos.

Fascinado por estas historias, John le arranca a su padre la promesa de que le acompañará en su próximo viaje. Al irse sin él, John, que apenas tiene diez años, decide escaparse de casa y enrolarse con engaños en el Antílope, un mercante que va rumbo a la India.

Llevando en su equipaje un libro de Shakespeare, John parte en busca de su padre. En su viaje se encontrará con piratas, tormentas, extrañas costumbres y gentes (pero menos extrañas que las que le ha contado su padre de sus viajes). En su travesía por medio mundo, naufraga en una isla donde los libros andan y se comportan como seres vivos.

Vicente Muñoz Puelles con esta novela hace un homenaje a las aventuras clásicas en el mar. Partiendo de Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, traza una trama que nos recuerda en muchos momentos otras historias contadas por R. L. Stevenson, Defoe, Sabatini, Verne, etc.. Pero este homenaje a la lectura no termina ahí: tenemos esa extraña isla a la que va a llegar nuestro protagonista, o, cuando al comienzo de la obra, nos cuenta cómo aprendió a leer.

Es una historia corta, que te atrapa desde las primeras páginas, con letra grande, lo que facilita la lectura a los pequeños lectores. El lenguaje es sencillo, con frases cortas. Resulta llamativa la fe que tiene el niño en las aventuras que le cuenta su padre frente a las burlas de los marineros cuando John les pregunta por tierras como Liliput, Brobdingnag, Laputa, Luggnagg…

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