martes, 24 de abril de 2018

LA CHICA QUE LEÍA EN EL METRO


                Christine Féret-Fleury nos trae una fábula moderna sobre el amor por los libros y la vida. Una historia amable, llena de luz y optimismo, acompañada por las ilustraciones de Nuria Díaz.

Juliette, que trabaja en una inmobiliaria, toma el metro todos los días a la misma hora. Y lo que más disfruta del trayecto es observar a aquellos que leen a su alrededor. La vieja dama con su libros de recetas de cocina en italiano, el hombre del sombrero verde con su viejo y querido libro sobre insectos, el estudiante de matemáticas, la joven muchacha que llora en la página 247 (pues, como nos dirá más adelante Solimán, aquí se encuentra el mejor momento, cuando todo parece perdido). Juliette los mira con curiosidad y ternura, como si sus lecturas, sus pasiones, la diversidad de sus vidas, pudiesen dar color a la suya, monótona y previsible.

Sin embargo, un día decide bajar dos estaciones antes de lo habitual, tomar un nuevo camino para ir a trabajar, sin saber que su vida estará a un solo paso de cambiar para siempre. Así  encuentra una gran puerta de metal oxidado entreabierta por un libro, y allí conoce a la niña Zaida y a su padre Solimán, quien le introduce en el mundo de los pasantes de libros.


Irá comprobando el efecto que produce en una persona el hecho de regalarle un libro, cómo está puede tomar determinadas decisiones. Dejará su trabajo, para integrarse en ese mundo, y, al poco, tendrá que hacerse cargo de Zaida y del almacén por la repentina marcha de Solimán.

                Nos encontramos ante una hermosa historia que nos habla de libros, libros que nos atrapan y nos asaltan en cualquier esquina (de ahí el orden que Juliette se desespera por encontrar e imponer en el almacén). Esta historia nos recuerda el movimiento BookCrossing, en el que se pasan o liberan libros para que los lea otra persona al azar.



                A lo largo de la novela, Juliette va dejando fluir sus pensamientos con una prosa sencilla y cuidada que nos envuelve. Nos atrapa desde el primer momento. Las ilustraciones de Nuria Díaz a página completa resaltando una del fragmento que estamos leyendo en ese momento. Se suceden diferentes homenajes, a los libros viejos y modernos, a veces con citas, pero destaca ese homenaje final con el minibús a Alan Bennett (La Dama de la Furgoneta) y a los Beattles.

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