viernes, 27 de octubre de 2017

FANATISMO


Sabía que pronto tendría que huir de esa locura. Las ambiciones de Gradithan habían perdido toda perspectiva, la maldición del kelyk. De repente no hacía más que hablar de la venida del dios Moribundo, del fin inminente de todo y del glorioso renacimiento que vendría después. Ratamonje sentía asco por la gente que hablaba así. De tanto como se repetían resultaba muy evidente enseguida que sus palabras reflejaban sus deseos y que el deseo era que sus palabras pudiesen ser verdad. Una y otra vez, tanto aliento desperdiciado. A la mente le gustaba tanto dar vueltas, disfrutaba de ese camino familiar, de su familiaridad. Vuelta y vuelta, y con cada vuelta la mente se volvía mucho más estúpida. Poco a poco, el alcance de los pensamientos se estrechaba, el camino que se pisaba se hundía todavía más, incluso había observado que el vocabulario se reducía, puesto que se desechaban los conceptos incómodos al igual que todas las palabras que iban ligadas a ellos. El camino circular se convertía en un mantra, el mantra en una proclamación de aquellos estúpidos deseos de que las cosas fueran como querían que fuesen, que, de hecho, las cosas eran como ellos querían.

El fanatismo era tan popular. Y tenía que haber una razón, ¿no? Una enorme recompensa en dejar de pensar, alguna gran dicha para la bendición de la idiotez. Bueno, Ratamonje no se fiaba de esas cosas. Sabía pensar por sí mismo y eso era todo lo que sabía, así que ¿por qué renunciar a ello? Todavía tenía que oír algún argumento que pudiera convencerlo; pero, por supuesto, los fanáticos no usaban argumentos, ¿verdad? No, solo esa mirada clavada, la amenaza, la razón para temer.

Steven Erikson, Doblan por los Mastines

No hay comentarios:

Publicar un comentario