lunes, 17 de julio de 2017

DÍAS AZULES, SOL DE LA INFANCIA


«El mejor regalo que me han hecho en toda mi vida fue un manojo de perejil».

Esta frase siempre le ha llamado la atención a Nico, cuyo abuelo la repetía una y otra vez como una sentencia. Era difícil imaginar que tras ella se escondía una historia llena de aventuras y peligros que se remontaba a 1936, cuando las calles de Madrid bullían ante la efervescencia de la Guerra Civil.

Unos dediles de caña, viejas  postales de cine, un león en el parque de El Retiro y dos libros de Juan Ramón Jiménez constituyen las piezas del puzzle que Nico tendrá que resolver.

El título de la novela de Marcos Calveiro es engañoso, al hacer referencia al último verso que escribió Antonio Machado: "Estos días azules, y este sol de la infancia". De todas maneras, al final del libro encontramos la explicación.

El libro nos presenta dos historias intercaladas
.
La primera la relata Nico, un joven de unos quince años, que ante la enfermedad de su abuelo y el desconocimiento de las raíces familiares, quiere averiguar qué significa esa frase sobre el perejil, que su abuelo repite constantemente, y cuál fue su vida antes de la boda con la abuela, historia que desconoce toda la familia, excepto el hecho de que en su infancia acompañó a segadores gallegos a tierras de Castilla. Su búsqueda comienza con un poema de Rosalía de Castro:

Castellanos de Castilla,
tratade ben ós galegos;
cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros.


A partir de aquí encontramos una vieja fotografía en internet, una caja de hojalata donde el abuelo guardaba sus recuerdos, y la relación que Nico empieza a establecer por internet con Gala, una joven gallega un poco mayor que él.

En la segunda historia, Marcos Calveiro nos presenta al abuelo Nicasio: cómo abandona a su familia para huir a Madrid, poco antes de comenzar la guerra civil, donde conocerá al director de cine Armand Guerra o a la Venus Rubia, Marlene Grey, con los que participará en el rodaje de la película Carne de Fieras (al final podréis ver esta película rodada en 1936), o a Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, donde encuentra a Matilde, de la que se va a enamorar. Y será en casa de Juan Ramón, junto con los huérfanos, donde asiste a la lectura de Platero y Yo.

                Las dos historias están bien narradas y dan fluidez al libro; vemos cómo se reivindica el amor a la cultura a través de las figuras de Armand Guerra y Juan Ramón Jiménez, la fascinación que ejerce Madrid sobre ese joven que no quiere ser un campesino a sueldo como su padre y el resto de segadores, que cree que la vida es algo más. 

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