viernes, 29 de julio de 2016

LA MUJER QUIJOTE


                Esta  novela de la escritora inglesa Charlotte Lennox remite al lector a la más famosa novela de Cervantes. La alusión en femenino al hidalgo manchego a quien la lectura de las novelas de caballerías hizo perder la razón predispone a buscar aventuras que se asemejen a las del caballero de la triste figura.

Y desde luego Arabella, la protagonista de esta historia, tiene mucho que ver con Don Quijote, pues  la inmoderada lectura de los romances heroicos franceses hace que la razón de la joven se vea capturada por las hazañas de príncipes y princesas, que ella espera hallar reflejadas en su propia vida. Nos encontramos aquí con un personaje cuya visión del mundo no encaja en la sociedad en que le ha tocado vivir. Este contraste, el mundo ideal de la mente de la protagonista, derivado de la lectura de los libros, y el mundo real, será el hilo conductor de la novela, en la cual se suceden aventuras, más imaginarias que reales, que aportan el tono de humor a la obra.

Es ésta  una sátira burlesca, pero la risa que provocan las situaciones en las que se ve envuelta Arabella no es nunca una risa cruel ni despiadada. Al contrario, a pesar de que  parece que el objeto de la burla son los romances que han obnubilado a la joven, ésta aparece siempre retratada bajo una luz tan favorecedora, que resulta difícil tener una opinión negativa sobre ella. En su lugar, la burla se dirige más bien a la sociedad contemporánea de la escritora, que manifiesta la hipocresía, presunción y artificiosidad de un mundo basado en las apariencias. Frente a esa visión, el mundo ideal en el que vive Arabella, de valores eternos, como el amor y el honor, se nos presenta como el único válido y admirable.

Precursora de personajes románticos como Marianne, en Sentido y  Sensibilidad, de Jane Austen, nuestra protagonista anhela un mundo en el que las pasiones y un código estricto de conducta, basado en el respeto y la lealtad, sean los que gobiernen el mundo. En el siglo de la razón, sin embargo, parece no haber espacio para las pasiones. En una época en que prevalecían el decoro y la reverencia por las formas clásicas, esta novela reivindica, a pesar de todo, las formas barrocas del romance y, no obstante la aparente frivolidad del argumento, es una novela en la que se dirimen, entre otras, las siguientes cuestiones trascendentales: ¿en qué consiste la razón?, ¿cuál es la relación entre literatura e historia?, ¿cuál aleja o acerca más a la verdad?

Todas estas preguntas surgen con la lectura de La Mujer Quijote, una obra que, a pesar de alcanzar una gran popularidad en el siglo XVIII, donde confluyen dos de los motivos literarios del siglo XVIII:  la tradición cervantina y los textos sobre los peligros que una imaginación excesiva puede acarrear a las mujeres.

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