lunes, 12 de mayo de 2014

LA BIBLIOTECA DE AMARGANZ

«En tiempos muy remotos reinaba en Amarganz una Anciana de Plata llamada Quana. En aquellos tiempos Amarganz era una ciudad completamente corriente, con casas de piedra y madera. Y estaba en un valle, entre colinas de bosques. Quana tenía un hijo llamado Qüin, un gran cazador. Un día, Qüin vio en los bosques un unicornio con una piedra luminosa en la punta de su cuerno. Mató al animal y se llevó la piedra a casa. Con ello atrajo una gran desgracia sobre la ciudad. Sus habitantes tuvieron cada vez menos hijos. Si no encontraban la salvación, estaban condenados a extinguirse. Pero no era posible volver a la vida al unicornio y nadie sabía qué hacer.

Quana envió mensajeros al Oráculo del Sur a fin de que le dijera lo que se debía hacer. Pero el Oráculo estaba muy lejos. El mensajero había sido joven al salir y cuando volvió era muy anciano. Quana había muerto hacía mucho tiempo y la había sucedido su hijo Qüin. También él era viejísimo, lo mismo que todos los demás amargancios. Sólo había una pareja de niños, un chico y una chica. Aqüil y Muqua.

El mensajero hizo saber lo que había averiguado: Amarganz sólo subsistiría si se convertía en la ciudad más hermosa. Sólo de esa forma quedaría reparado el crimen de Qüin. No obstante, los amargancios sólo podrían lograrlo con ayuda de los ayayai, que son los seres más feos. Se les llama también «los que siempre lloran» porque, por el pesar que les causa su propia fealdad, derraman lágrimas continuamente. Sin embargo, precisamente con esos torrentes de lágrimas lavan esa plata especial de las profundidades de la tierra y hacen con ella la más maravillosa de las filigranas.

Entonces todos los amargancios fueron a buscar a los ayayai, pero no pudieron encontrar a ninguno porque viven en las profundidades de la tierra. Finalmente sólo quedaron Aqüil y Muqua. Y los dos juntos lograron encontrar a los ayayai y convencerlos para que hicieran de Amarganz la ciudad más hermosa. Así construyeron los ayayai la primera embarcación de plata y, sobre ella, un pequeño palacio de filigrana, y pusieron la embarcación en la plaza del mercado de la despoblada ciudad. Luego orientaron bajo tierra sus torrentes de lágrimas de forma que, como fuentes, afloraran en el valle que había entre las colinas pobladas de bosques. El valle se llenó de aguas amargas y se convirtió en Murhu, el Lago de las Lágrimas, en el que flotaba el primer palacio de plata. Y allí vivieron Aqüil y Muqua.

Los ayayai habían puesto una condición a la joven pareja: que ésta y todos sus descendientes se dedicasen a cantar canciones y contar cuentos. Y mientras lo hicieran, los ayayai los ayudarían, porque de esa forma participarían también y su fealdad contribuiría a hacer algo bello. Por eso Aqüil y Muqua fundaron una biblioteca -la famosa Biblioteca de Amarganz- en la que reunieron todas mis historias. Comenzaron por ésta que acabáis de oír, pero poco a poco fueron añadiendo todas las que he contado alguna vez, y finalmente fueron tantas que ni ellos ni sus numerosos descendientes que hoy pueblan la ciudad podrían agotarlas nunca.

El que Amarganz siga existiendo hoy se debe a que los ayayai y los amargancios han cumplido su mutua promesa... aunque ninguno de los dos sabe ya nada de los otros. Sólo el nombre de Murhu, el Lago de las Lágrimas, recuerda todavía lo que ocurrió en tiempos remotos.»

Ende, Michael: La Historia Interminable



No hay comentarios:

Publicar un comentario