viernes, 4 de abril de 2014

LA MAGIA DEL LENGUAJE

Este texto ya lo han trabajado vuestros hijos en clase; ahora os toca a vosotros reflexionar sobre él: 


La poderosa magia de la lectura se funda en dos magias previas e imprescindibles: la del lenguaje y la de la escritura. Llevamos tantos años conviviendo con ellas que ya no nos sorprenden. Por ello necesitamos desacostumbrarnos de lo cotidiano, y recuperar la capacidad de asombro. Tal vez el acontecimiento más importante en la vida de un niño sea comprobar que cada cosa tiene un nombre. Todo lo que tiene que ver con el lenguaje es desmesurado y misterioso, es a la vez trascendental y rutinario. Al acercarse a la palabra sobrecoge su complejidad, su eficacia, su maravillosa lógica, su selvática riqueza, su espectacular manera de estallar dentro de la cabeza, como un fuego de artificio, los mil y un caminos por los que influye en nuestras vidas, su capacidad para enamorar, divertir, consolar, y también para aterrorizar, confundir, desesperar.


Nadie sabe cómo apareció el lenguaje, es decir, cómo se las arreglaron nuestros mudos ante-pasados para volverse locuaces. La imposibilidad de explicar el prodigio hizo que algunos lingüistas llegaran a la conclusión de que el mismo Dios tenía que haber entregado al hombre tan sutil invento, con sus declinaciones y subjuntivos. La pulsión por inventar lenguas parece inagotable. En la actualidad hay censados 5103 idiomas. Semejante fertilidad no será repartida uniformemente. En la India hay 1652 lenguas, mientras que en Europa sólo se mantienen unas 70. Como no hay razón para admitir una peculiar falta de inventiva lingüística europea, podemos suponer que fueron causas políticas las que provocaron la supervivencia de unas pocas y la desaparición del resto. Los estados muy centralizados suelen considerar engorrosa la proliferación lingüística.

La inteligencia humana literalmente rompió sus límites con la aparición del lenguaje. La realidad entera quedó encerrada en las palabras, se hizo manejable, transmisible. El mundo, que estaba lleno de cosas, se llenó de narraciones poéticas, fantásticas, históricas, científicas, religiosas, mitológicas. Había aparecido la gran alquimia. A partir de ese momento, la realidad fue lo que era más lo que se podía decir de ella. El pensamiento, que hasta entonces debió de ser una yuxtaposición de imágenes y sentimientos, se articuló en conceptos e ideas y metáforas. Se inventaron palabras y sintaxis para pensar mejor o para expresar mejor lo que se pensaba. Y cuando aparecieron entidades difíciles de manejar con palabras, como eran las matemáticas, se crearon nuevos lenguajes: la aritmética, el álgebra, las geometrías, que nos permiten contar maravillosas historias de esos seres ideales y archipuros. Y cuando se inventaron las notaciones musicales se alcanzó el gran prodigio de que, en las partituras, la música se pudiera leer.

JOSÉ ANTONIO MARINA Y MARÍA DE LA VÁLGOMA: La magia de leer

Este libro propone contagiar el placer de la lectura. Suscitar el deseo de leer en los adultos para que se lo transmitan a sus hijos es el objetivo principal de esta obra, que recoge la experiencia de expertos psicólogos y pedagogos en este terreno, describe los distintos placeres que pueden proporcionarnos la novela, la poesía o el ensayo, y propone una serie de estrategias para padres y profesores. Se trata, en suma, de conseguir que, además de una herramienta imprescindible para el desarrollo personal, leer sea una actividad gratificante: un placer.

Sabemos que la lectura es el medio más eficaz para adueñarse del lenguaje, por tanto tiene una función que no es meramente cultural ni estética; es una función vital indispensable para el desarrollo de la inteligencia, la plenitud afectiva de nuestras relaciones y la dignidad de nuestra convivencia.

El lenguaje es una herramienta social; con ella nos comunicamos con los demás, pero también con nosotros mismos. Nuestra inteligencia es lingüística, manejamos con palabras nuestros mecanismos intelectuales, continuamente nos hablamos a nosotros mismos, nos hacemos preguntas y nos damos órdenes. Mediante el lenguaje analizamos nuestras creencias, sentimientos y acciones; gracias a esa habla interna hacemos consciente lo que vemos y aclaramos nuestro confuso mundo emocional. Sabemos la relación estrecha que existe entre las capacidades lingüísticas de un sujeto y su procedencia social y económica; al ampliar esas facultades, la lectura resulta además una gran niveladora social, tan revolucionaria como la redistribución de la riqueza.


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