viernes, 28 de marzo de 2014

MALOS Y MALDITOS

¿De qué tratan los libros de aventuras, esos libros que divierten y emocionan, que aumentan las ganas de vivir? Contado de forma muy simple, el argumento básico de la aventura es así: unos personajes buenos tienen que enfrentarse con otros personajes malos y luchar contra ellos. Si ganan los buenos, decimos que la aventura acaba "bien"; pero si vencen los malos, declaramos que el cuento acaba "mal". Y sin embargo...

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. A veces los buenos no son tan buenos como nos los quieren pintar: en ocasiones también hacen daño a otros, aunque sea con las mejores intenciones. Y los malos pueden ser malos de muchas maneras, unas peores y otras bastante soportables. Te confieso que a mí en ocasiones me resultan más simpáticos que los buenos: los comprendo mejor, quizá porque yo sea también malo como ellos. Además, a los malos hay que agradecerles por lo menos una cosa: si no fuera por su aparición, las narraciones resultarían aburridísimas. Una historia en la que todo el mundo es bueno es como una hamburguesa de cartón y sin patatas fritas.

El título de este libro dice: "malos" y "malditos". Son dos formas de resultar culpable bastante diferentes. Los verdaderos malos son así porque quieren: podrían ser buenos, pero prefieren fastidiar al prójimo, abusar de los débiles y apoderarse de lo que les gusta sin respetar a nadie. De estos malos de verdad creo que hay bastantes menos de lo que suele creerse. Los malditos, en cambio, abundan mucho más. Llamo "malditos" a los que quisieran ser buenos pero acaban haciendo pupa porque los demás no les ayudan, les rechazan o no les entienden. Más que malos, los malditos son buenos con mala suerte. Los malos auténticos se hacen solos; pero a los malditos les hacemos malos entre todos. Aunque no los he contado, creo que en este libro hablo más de malditos que de malos...

También hay una tercera clase de tipos peligrosos, que no son malos ni malditos, a los que podemos llamar "adversarios". El adversario nos amenaza y es preciso luchar contra él, pero no por eso podemos decir que sea malo: sólo es malo para nosotros porque hemos chocado con él. Por ejemplo, un tiburón puede ser nuestro adversario si nos lo encontramos cuando vamos nadando por el mar: el bicho no es malo ni bueno, lo malo es... encontrárselo con hambre. A los adversarios les he quitado del título para que no resultase demasiado largo, pero también tropezaremos con algunos en las siguientes páginas.

En el fondo, todos -los malos, los malditos y los adversarios que aparecen en novelas o cuentos- son amigos de los lectores porque contribuyen a que nos divirtamos, a que soñemos y también a que pensemos un poco. Si tú aún no has leído los relatos de los que voy a hablarte a continuación, espero que este librito mío te sirva como una invitación para leerlos; y si ya los conoces, permite que los recordemos juntos como dos viajeros que han estado en las mismas hermosas tierras y celebran charlando lo bien que lo pasaron allí.

FERNANDO SAVATER

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